viernes, 11 de mayo de 2012

¡A cantar!


"...Tienen las canciones una magia singular
tienen el encanto de curar y transformar
tienen que se tocan, que se piensan, que se sueñan
tienen que acompañan de los pies a la cabeza...”
Cantacuentos


En la pasada edición quedó pendiente dar respuesta a las siguientes preguntas:
¿Por qué es importante cantarles a los bebés? ¿Cuáles son las potencialidades del canto? ¿Por qué estimular a que los niños canten?

En primer lugar, se trata de una forma diferente de comunicación. Como ya hemos dicho, el bebé escucha sonidos desde que está en la panza de su mamá. Sonidos fisiológicos del cuerpo de la mamá y su voz en primer plano. También recibe los sonidos del entorno. Pero aún no decodifica el lenguaje verbal, es decir que no asocia un significante (la palabra que denomina algo) a su significado (la cosa en sí). Lo que escucha, lo recibe como estímulo sonoro despojado de sentido semántico, del significado.

Entonces cuando escucha, por ejemplo, a su mamá hablando, lo que registra es la entonación de su voz (el desarrollo tonal, el “dibujo” que su voz delinea con notas más graves y otras más agudas), los aspectos rítmicos (si es un fraseo pausado o más rápido) y la intensidad (suave, moderado o fuerte). Podríamos decir que lo que escucha es la música de sus palabras y frases. Algo similar sucede con los sonidos fisiológicos (los movimientos intestinales, el latido cardíaco, el flujo sanguíneo). Allí lo que suena está despojado de su significado, llega como puro sonido y va componiendo una reserva sonora que se remonta a esos primeros momentos en que el oído comienza a cumplir sus funciones.

Luego de haber nacido sucede algo parecido, al escuchar el lenguaje verbal, el niño no vincula el sonido de la palabra con el significado (adjudicado a ese sonido). Esta capacidad aparecerá más adelante con la adquisición de la función simbólica ( relacionada con la posibilidad de pasar del mundo concreto al mundo abstracto; poder representarse internamente los objetos y por lo tanto, nombrarlos sin necesidad de que estén presentes). Por supuesto que de todas maneras es importante hablarle al niño aunque “no entienda”. Porque se trata del lenguaje por excelencia a través del cual nos comunicamos las personas y también porque justamente lo que sí entiende es la forma en que esas palabras son dichas. Esa forma ayuda a que el niño asocie un determinado sonido (y más adelante una palabra) con una determinada emoción.

La música, como lenguaje no mediatizado, para ser escuchada no requiere de la simbolización. Podríamos decir entonces, que hablarle con mucha expresividad, pasando por diferentes tonos, ritmos e intensidades se asemeja al canto (diferente a la forma clásica en que solemos pensarlo) que aporta al niño algo fundamental: una amplia gama de emociones posibles. Si al bebé le hablamos de manera monocorde, el registro emocional que tendrá posiblemente sea más reducido.

Además, si al bebé le cantamos aquellas canciones que son importantes para nosotros, también estaremos compartiendo con él parte de nuestra vida, incluyéndolo en nuestra dinámica y transmitiéndole nuestra musicalidad, lo que es significativo para nosotros y lo que nos fue transmitido de generación en generación.
Por otra parte, la voz cantada y la música en general, a través de sus componentes rítmicos, empieza a fundar la noción de tiempo, de divisiones y subdivisiones. Si más adelante le pedimos al niño que acompañe con palmas estaremos facilitando la incorporación de conceptos lógico-matemáticos.

Las rimas o las canciones circulares son especialmente atractivas para los niños pequeños por su carácter repetitivo. Ellos necesitan pasar una y otra vez por la misma experiencia para asimilarla. Las canciones repetitivas ayudarán a adquirir hábitos, así como a estimular la función de la memoria pues siempre es más fácil recordar una canción o una rima que una frase hablada. Asimismo, las mismas estimulan las habilidades de escuchar y concentrarse. Cuando los propios niños empiecen a cantar, se favorecerá la adquisición del lenguaje verbal. Al principio adquiriendo el lenguaje a través de la imitación (empezarán a repetir el sonido de las palabras) y más adelante incorporando nuevo vocabulario. El hecho de que estas prácticas sean a través de la música y el canto, las hacen particularmente atractivas y de más fácil incorporación (por su rítmica y entonación). Si a su vez, promovemos que la música sea acompañada por determinados movimientos o gestos, se estarán estimulando las funciones motrices y el desarrollo del esquema corporal de manera integral, no fragmentada.

Como pudimos ver, la música combina la escucha, el canto, la ejecución motriz, el movimiento corporal, el lenguaje verbal, el lenguaje rítmico-melódico. Por lo tanto, cuando cantamos una canción, a nivel cerebral, suceden múltiples conexiones neuronales en simultáneo. Lo cual, evidentemente, aporta a que la capacidad cognitiva se enriquezca.

Por último (y no por eso menos importante), moverse al cantar, ejecutar un instrumento, aplaudir, probar diferentes sonidos con la voz, aportan a la expresividad y por lo tanto a la creatividad y plasticidad psíquica.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Duérmete acunado en una canción


“Una canción te cantaré
Cuando la noche ya esté aquí
Y por el cielo volará
Cada palabra para ti
(…)
Cuando en el cielo
Tibio de un dragón
Se encienda mi canción
Para un sueño mejor”

Canciones para no dormir la siesta

En la pasada edición nos referíamos a la forma en que los papás podían establecer un vínculo con el bebé antes de su nacimiento, a través de la música.

Cuando el bebé aún está en la panza de su mamá, imaginamos cómo será, qué rasgos tendrá, cómo será su carácter y sus gustos.

En el momento en que nace, aquello que estaba en el plano de la fantasía se materializa y es preciso una doble adaptación, de la familia que lo recibe y del bebé en su nuevo hábitat.

Los ritmos, las prioridades, las actividades cambian, hay un nuevo integrante que se hace sentir y que en el proceso de integrarlo probablemente se atraviese por momentos de alegría, disfrute, cansancio, nostalgia de algunas cosas que se perdieron. Esto merecería un capítulo aparte. Pero hoy nos detendremos en la manera en que este camino puede ser transitado en compañía de la música.

Al nacer, el bebé pasa de estar en un medio absolutamente protegido a uno mucho más expuesto. El recién nacido se enfrenta a varios desafíos al pasar del medio acuoso en el que se encontraba dentro del útero, al medio ambiente seco. Lo esperan muchos cambios, que podríamos resumir de la siguiente manera:

- Cambios táctiles y cinestésicos: dentro del útero hay una continuidad táctil ya que el cuerpo del bebé está en contacto permanente con el de la madre; así como también los movimientos de uno son también los movimientos del otro. Ahora, fuera de la mamá, el contacto con otras texturas, otras temperaturas, la posibilidad de moverse en superficies más amplias brindan una gran posibilidad de aprendizaje y desarrollo; así como también generan emocionalmente sensaciones de desprotección e inseguridad corporal que pueden ser compensadas con el acunamiento y la proximidad.

- Comienza a percibir olores y sabores.

- Con la vista empieza a percibir gradualmente las imágenes con mayor nitidez.

- Se dan varios cambios fisiológicos: adaptación a respirar aire, alimentarse, expulsar los deshechos, mantener la temperatura de su cuerpo y mantener el balance de líquidos.

- Por último, la percepción de los sonidos también cambia debido a que la propagación del sonido es diferente en un medio líquido a un medio gaseoso. A su vez, los sonidos del entorno de la mamá que el bebé percibía más lejanamente, ahora forman parte de su medio próximo sonoro. Y los sonidos (tanto fisiológicos como los de la voz) de su mamá que antes eran los más cercanos, ahora están más distantes.

Nos referimos a todas las afectaciones sensoriales porque la experiencia en el bebé se da integralmente y de nada serviría referirnos únicamente a lo sonoro.
Todo esto nos lleva a la importancia que tiene la práctica del acunamiento que genera, tomando los resultados de varias investigaciones, un efecto calmante.

Esto se debe básicamente a tres componentes:

- La proximidad corporal que tiene el bebé con el adulto que lo acuna (su olor, su temperatura, su voz y su ritmo).

- Las estimulaciones vestibulares: los cambios corporales  propios del balanceo ayudan a que la escena visual se estabilice durante el movimiento, así como también posibilitan la incorporación de categorías tales como las de: ausencia – presencia; lejanía – cercanía.

- Las características rítmicas y  melódicas de las canciones o frases que suelen acompañar el movimiento.  Se trata de ritmos constantes y figuras repetitivas como puede ser una rima que ayudan en la incorporación de los tiempos de alimentación así como los de sueño y vigilia. A su vez, preparan al bebé para lo desconocido

Es habitual encontrarnos con personas que dicen “yo no puedo cantar ni el arrorró”. Sin embargo, al tener un bebé en brazos intuitivamente comenzamos a balancearnos y si dejamos que salga la voz, probablemente emitiremos un “ah ah”, con intervalos melódicos similares a los que tienen las canciones de cuna. Esto es porque son melodías (o proto melodías) fuertemente arraigadas que nos constituyen como sujetos musicales y que probablemente nos hayan sido transmitidas cuando éramos recién nacidos. Los bebés no pretenden grandes cantantes ni excelentes voces, necesitan nada más y nada menos que aquello que surge espontáneamente de la mamá, el papá o quien le esté cantando. La práctica del acunamiento es calmante y organizadora no sólo para el recién nacido. También lo es para el adulto que se encuentra con él, ya que de esa manera comienza a conocer cómo es el bebé, qué movimientos prefiere, cuáles canciones y palabras.

El mejor entorno sonoro para un recién nacido es el que surge más naturalmente en su contexto familiar. Para poner un ejemplo, algunas mamás o papás creen que lo mejor es encerrar a los perros cuando el bebé llega a la casa. Pero si el bebé durante el embarazo convivió con los ladridos de los perros, cuando luego los escuche serán tranquilizadores porque le resultarán familiares. Si bien es bueno evitar sonidos con volúmenes altos, no tiene sentido generar un silencio artificial que tampoco sentía el bebé cuando estaba en la panza de su mamá.

En cuanto a las músicas, que los papás escuchen aquellas que suelen hacer más disfrutables las tareas cotidianas es una buena forma de integrar al bebé a la nueva dinámica familiar.

Cantarle al bebé favorece el desarrollo saludable del niño. La memoria, el lenguaje, la comunicación, el razonamiento, la expresión de emociones y pensamientos se ven enriquecidos con el uso de la música. Esto nos queda para la próxima en que abordaremos la relación entre música y niñez.