"...Tienen
las canciones una magia singular
tienen
el encanto de curar y transformar
tienen
que se tocan, que se piensan, que se sueñan
tienen
que acompañan de los pies a la cabeza...”
Cantacuentos
En la pasada edición
quedó pendiente dar respuesta a las siguientes preguntas:
¿Por qué es
importante cantarles a los bebés? ¿Cuáles son las potencialidades del canto?
¿Por qué estimular a que los niños canten?
En primer lugar, se
trata de una forma diferente de comunicación. Como ya hemos dicho, el bebé
escucha sonidos desde que está en la panza de su mamá. Sonidos fisiológicos del
cuerpo de la mamá y su voz en primer plano. También recibe los sonidos del
entorno. Pero aún no decodifica el lenguaje verbal, es decir que no asocia un
significante (la palabra que denomina algo) a su significado (la cosa en sí).
Lo que escucha, lo recibe como estímulo sonoro despojado de sentido semántico,
del significado.
Entonces cuando
escucha, por ejemplo, a su mamá hablando, lo que registra es la entonación de
su voz (el desarrollo tonal, el “dibujo” que su voz delinea con notas más
graves y otras más agudas), los aspectos rítmicos (si es un fraseo pausado o
más rápido) y la intensidad (suave, moderado o fuerte). Podríamos decir que lo
que escucha es la música de sus palabras y frases. Algo similar sucede con los
sonidos fisiológicos (los movimientos intestinales, el latido cardíaco, el
flujo sanguíneo). Allí lo que suena está despojado de su significado, llega
como puro sonido y va componiendo una reserva sonora que se remonta a esos
primeros momentos en que el oído comienza a cumplir sus funciones.
Luego de haber nacido
sucede algo parecido, al escuchar el lenguaje verbal, el niño no vincula el
sonido de la palabra con el significado (adjudicado a ese sonido). Esta
capacidad aparecerá más adelante con la adquisición de la función simbólica ( relacionada
con la posibilidad de pasar del mundo concreto al mundo abstracto; poder
representarse internamente los objetos y por lo tanto, nombrarlos sin necesidad
de que estén presentes). Por supuesto que de todas maneras es importante
hablarle al niño aunque “no entienda”. Porque se trata del lenguaje por
excelencia a través del cual nos comunicamos las personas y también porque
justamente lo que sí entiende es la forma en que esas palabras son dichas. Esa
forma ayuda a que el niño asocie un determinado sonido (y más adelante una
palabra) con una determinada emoción.
La música, como
lenguaje no mediatizado, para ser escuchada no requiere de la simbolización.
Podríamos decir entonces, que hablarle con mucha expresividad, pasando por
diferentes tonos, ritmos e intensidades se asemeja al canto (diferente a la
forma clásica en que solemos pensarlo) que aporta al niño algo fundamental: una
amplia gama de emociones posibles. Si al bebé le hablamos de manera monocorde,
el registro emocional que tendrá posiblemente sea más reducido.
Además, si al bebé le
cantamos aquellas canciones que son importantes para nosotros, también
estaremos compartiendo con él parte de nuestra vida, incluyéndolo en nuestra
dinámica y transmitiéndole nuestra musicalidad, lo que es significativo para
nosotros y lo que nos fue transmitido de generación en generación.
Por otra parte, la
voz cantada y la música en general, a través de sus componentes rítmicos,
empieza a fundar la noción de tiempo, de divisiones y subdivisiones. Si más
adelante le pedimos al niño que acompañe con palmas estaremos facilitando la
incorporación de conceptos lógico-matemáticos.
Las rimas o las
canciones circulares son especialmente atractivas para los niños pequeños por
su carácter repetitivo. Ellos necesitan pasar una y otra vez por la misma
experiencia para asimilarla. Las canciones repetitivas ayudarán a adquirir hábitos,
así como a estimular la función de la memoria pues siempre es más fácil
recordar una canción o una rima que una frase hablada. Asimismo, las mismas
estimulan las habilidades de escuchar y concentrarse. Cuando los propios niños
empiecen a cantar, se favorecerá la adquisición del lenguaje verbal. Al
principio adquiriendo el lenguaje a través de la imitación (empezarán a repetir
el sonido de las palabras) y más adelante incorporando nuevo vocabulario. El
hecho de que estas prácticas sean a través de la música y el canto, las hacen
particularmente atractivas y de más fácil incorporación (por su rítmica y
entonación). Si a su vez, promovemos que la música sea acompañada por
determinados movimientos o gestos, se estarán estimulando las funciones
motrices y el desarrollo del esquema corporal de manera integral, no
fragmentada.
Como pudimos ver, la
música combina la escucha, el canto, la ejecución motriz, el movimiento
corporal, el lenguaje verbal, el lenguaje rítmico-melódico. Por lo tanto,
cuando cantamos una canción, a nivel cerebral, suceden múltiples conexiones
neuronales en simultáneo. Lo cual, evidentemente, aporta a que la capacidad
cognitiva se enriquezca.
Por último (y no por
eso menos importante), moverse al cantar, ejecutar un instrumento, aplaudir,
probar diferentes sonidos con la voz, aportan a la expresividad y por lo tanto
a la creatividad y plasticidad psíquica.