“Amor profundo
es lo que siento al cantar
Poco hay en el mundo
que me haga así vibrar”
Mandrake Wolf
Para comenzar con esta serie de intercambios acerca de la presencia de la música en el embarazo, les propongo que piensen primero en un día común, desde que se levantan hasta que se acuestan. Todo el tiempo estamos rodeados de sonidos. Cada uno de los lugares por los que circulamos tiene su propia sonoridad. Hoy en día, que la tecnología ha avanzado tanto, podemos llevar nuestra música a donde queramos. A veces la escuchamos sin buscarlo (estando en el ómnibus, en el supermercado o en la calle), porque la audición es el sentido más difícil de “cerrar” voluntariamente.
Aunque nos encontremos en silencio, estamos poblados de sonidos porque nuestro cuerpo los produce constantemente. Y la música nos acompaña aún sin estar escuchando el mp3, la radio o la tele. Porque ella se puede activar en nosotros cuando queramos. Es probable que a todos ustedes de vez en cuando se les “pegue” una canción que escucharon o que recordaron por algún motivo. Esa música suena dentro de ustedes, forma parte de lo que ustedes son.
Iniciamos este ciclo sobre música y embarazo, partiendo de la relevancia que adquiere el universo sonoro y musical en la vida de las personas. Al decir “música” me refiero a la misma en sus diferentes modalidades: la que suena en el entorno de la mamá, la que escucha y baila; así como aquella que canta la mamá.
A su vez, en la experiencia del embarazo está implicada la mujer que está engendrando, el bebé que se está desarrollando y el vínculo que se comienza a gestar desde un inicio, en el que también está involucrado el papá. Evidentemente, estos tres aspectos del embarazo están íntimamente relacionados y hasta son interdependientes. Si la mamá está viviendo con alegría y satisfacción su embarazo, eso repercutirá en el crecimiento de su bebé y en un vínculo saludable entre los tres. Pero las experiencias de vida no suelen ser blancas o negras. Por lo general están compuestas por emociones y sensaciones muy diversas; pasando por momentos de más plenitud y otros más incómodos, de incertidumbre, duda o angustia.
Cuando trabajamos con música durante el embarazo apuntamos al bienestar de la madre, del bebé y a favorecer el lazo que se genera con el nuevo integrante de la familia.
La mamá por lo general está en contacto con la música a través de la escucha (en movimiento o en reposo) o del canto. Cuando escuchamos se activan en nosotros diferentes emociones y estados corporales, según la significación que esa música tiene para cada uno, en un momento determinado de la vida. Sabemos entonces con qué música nos sentimos más tranquilos, cuál nos ayuda a descansar, cuál nos energiza y pone contentos; así como la música que nos contractura, nos genera tensión, malestar o angustia. Durante el embarazo, las mujeres están más sensibles debido a los cambios hormonales que se dan en su organismo. Se agudizan los sentidos y la mujer puede sentir que le cambian los gustos (la percepción de sabores, olores, sonidos). Esto se debe a que está más perceptiva. Es importante entonces que la mamá ponga atención a lo que ahora le agrada especialmente y destine un momento del día para escuchar la música que le dé bienestar; así segregará endorfinas, también llamadas “mensajeras del placer”. Son neurotransmisores que tienen varios efectos benéficos para la salud: mejoran el humor, la memoria, reducen el dolor, posibilitan entrar en estados de calma, mejoran el sistema inmunológico, contrarrestan los niveles elevados de adrenalina asociados a la ansiedad y evitan lesiones en los vasos sanguíneos. También se segregan endorfinas cuando la escucha se realiza en movimiento. Además, en estos casos, la música tiene una función integradora y permite la conexión cuerpo-mente-emociones. En cuanto al canto, es algo que muchas personas lo relacionan con la vida íntima (cantar en la ducha) porque suele dar vergüenza. Esto es porque la voz cantada refleja muy fielmente la forma en que nos encontramos (se nota si estamos nerviosos, tristes, felices, preocupados, emocionados o pensando en otra cosa). Por esto mismo, se trata de un canal expresivo muy poderoso. A su vez, la mujer en el trabajo de parto y el parto necesita expresar cómo se siente, dejar salir un grito, un llanto, o un canto. En la actualidad, esto está bastante reprimido o considerado como algo fuera de lugar. A la futura mamá, que está especialmente sensible por la situación que vive, se le exige “comportarse”, sin poder expresarse con libertad. Esto muchas veces genera angustia. Una de las posibilidades que brinda el canto tiene que ver con la expresión. Y con empezar a dejar salir libremente la voz. También es altamente integradora y posibilita la comunicación. Aquí entramos en el otro aspecto que nos interesa y tiene que ver con el vínculo con el bebé. Todo el tiempo el bebé está escuchando los sonidos que produce su madre. Los latidos del corazón, el torrente sanguíneo, el aparato digestivo. Son sonidos que lo contienen. Al estar continuamente presentes, son generadores de estabilidad y seguridad. Este vínculo, estrecho de por sí, se puede fortalecer y enriquecer a través de la música. Ya sea, por la música que escucha la mamá o por lo que ella canta. El bebé a partir del cuarto o quinto mes ya puede captar los sonidos que provienen del exterior. Mientras puede oír con su aparato auditivo algunos sonidos, a otros los siente corporalmente por las vibraciones que los mismos producen. Y existen ciertas sonoridades (de determinados instrumentos por ejemplo) que llegan al bebé de las dos maneras. Esto se debe a la frecuencia en la que está el sonido. En cuanto a la voz de la mamá, el bebé no solo la oye sino que también la siente con todo su cuerpo que vibra. El papá no tiene una conexión orgánica con el bebé pero a través de la música puede formar parte de ese lazo afectivo. Lo puede hacer cantándole a la panza mientras le hace unos masajes, o poniéndole la música que a él le agrada. Los efectos que la música tiene en el desarrollo emocional, cognitivo y físico del bebé nos quedan para la próxima.
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